Estábamos en el parque Duarte de La Romana. 5 jóvenes hablando de la situación del país. Entre ellos había uno de nacionalidad española el cual comentó lo siguiente:

“No me gusta la capital porque las diferencias sociales son muy marcadas.”

 Y efectivamente, años después viví en carne propia esta diferencia, la cual puede quedar ilustrada en mi antiguo trayecto hacia el trabajo. Desde El Libertador de Herrera hasta la Lincoln se es testigo de una disparidad enorme en el modo de vivir. Tanto así que es como si las personas viven en países diferentes dentro de un mismo territorio. Por ejemplo…

Una pollera y heces de perro

  • Despierto. Lo primero que escucho no son los pajaritos cantando, sino a un evangélico predicando a golpe de megáfono.
  • Luego de bañarme llega el momento de desayunar. Mientras desayuno hace un calor tan fuerte que el sudor invalida toda el agua que he echado a mi cuerpo.
  • Cuando salgo a la calle tengo que observar bien donde piso porque hay un festival de heces fecales de perro a un promedio de 20 pasos cada uno.
  • Más adelante hay una pollera extremadamente hedionda, donde es preferible pasar a la acera del frente para evadir sus malos olores. Dicha pollera está en medio de casas de familia, sin ninguna otra separación que las mismas paredes. ¿Cómo hay gente que se acostumbra a vivir en dichas condiciones?
  • Las aceras no son utilizadas como tal. Un punto importante a destacar es que es imposible, sí, imposible poder caminar siempre por las aceras. Y esto es así porque hay casas que están construidas casi en medio de la calle. También porque hay mucha basura en el medio. Hay escaleras que se construyen encima de la acera. Personas que parquean sus vehículos también sobre la acera. Y cualquier otra cosa que se les ocurra. El irrespeto hacia los espacios públicos es increíble.
  • Llegado a la Isabel Aguiar, debo tomar un carro público y pasar por todas las penurias que sufrimos los usuarios de este ineficiente y mal llamado “servicio”. Los detalles respecto a esto son muchos, desde tener que montarse en un auto destartalado y sucio, hasta tener que lidiar con choferes que no tienen ningún tipo de respecto hacia nada ni nadie, que no conocen el civismo ni la buena convivencia.
  • Llegado al Metro lo mejor es ponerse audífonos, porque allí hay unos evangélicos que al parecer no trabajan, porque toman ese servicio expresamente para predicar.

Entre Herrera y Lincoln

Dicho todo esto, me quedo en la avenida Abraham Lincoln (la cual no tiene ningún sentido que esa calle tenga ese nombre, eso hay que agradecérselo al lambonazo de Trujillo). Y aquí aflora la tremenda y notable desigualdad de la que habla el amigo español que mencioné al principio del artículo:

  • Las aceras son amplias, sirven para la función con que fueron construidas.
  • Se pueden ver vehículos lujosos, que curiosamente siempre son conducidos por gente muy blanca. Alguno me dirá que no es “siempre”, que hay excepciones, pero claro, les respondo que no son más que eso, excepciones. ¿Alguien me puede explicar por qué siempre (o mayormente, para los que no gustan de las generalizaciones) son blancos los que andan en Ferrari en la Lincoln? Y no son cualquier tipo de blancos, son personas con rasgos europeos ¿por qué?
  • No hay polleras hediondas. Sino tiendas de vehículos que son imposibles de obtener por un 80% de población cuyo sueldo oscila por los RD$15,000 al mes.

La casa siempre gana

Y ya que he mencionado el sueldo, ahí entramos en el tema que le da título a este artículo. Porque este es un caso que es imposible de desarrollar por completo en un sólo artículo sin que este se convierta en un ensayo. No queremos eso, así que por ahora voy a puntualizar lo siguiente:

Una vez fui empleado por una corporación, con capital dominicano. Estaba presidida por un hombre bastante blanco, como esos que conducen Ferrari en la Lincoln. Como digitador duré tres años trabajando allí, y mi sueldo promedió los RD$10,000. Les estoy hablando de hace más de una década.

Ahora bien, ya he dejado atrás esa vida de digitador y me dedico a otras cosas más satisfactorias para mí. Pero por curiosidad me puse a buscar cómo están los sueldos de digitador, 10 años después, y me encuentro con esto, aquí puede ver la fuente:

sueldo

¿Cómo se puede explicar semejante aberración? Entre muchas de las razones, existe la siguiente práctica…

Aumentando sueldos, la empresa se ahorra un montón

Supongamos que soy un digitador. Entro a una empresa a trabajar por RD$10,000 pesos. Duro trabajando unos 4 o 5 años allí. Durante ese tiempo mi sueldo ha tenido un aumento de RD$4,000 más. Lo cual puede ser significativo. Pero llega la hora de irme de allí, entonces ese puesto queda vacante.

La próxima persona a contratar no comienza cobrando RD$14,000. Sino que le pagan los mismos RD$10,000 que yo cobraba hace 4 años. ¿Por qué?

Pero me he ido a trabajar a otra empresa. O mejor, vamos a poner que en esa misma empresa me han subido a otro puesto. Antes ganaba RD$14,000 y por mi ascenso ahora devengo RD$25,000. ¡Toda una ganga! Estoy feliz como una lombriz porque he tenido un aumento sustancial de mi sueldo en 4 años. He pasado de RD$10,000 a RD$25,000 lo cual es más del doble.

En mi mente de imbécil pensaría que es mentira que no ha habido un aumento sustancial de los sueldos de los dominicanos, y que este mismo artículo es sólo otra queja más de un no-peledeísta resentido. Pero lo que no sé es que la verdadera ganga lo ha tenido la empresa, porque la persona que estaba en el puesto que voy a ocupar ganaba unos RD$45,000.

Así que no hay que ser un genio para saber que en todo ese proceso la casa siempre gana. En este caso, la empresa siempre gana. Le paga a un nuevo empleado el mismo sueldo que tenía ese puesto hace 4 o 10 años, también se ahorra un dineral cuando realiza un ascenso.

Esto tiene mucha tela por donde cortar, y dependiendo de las reacciones, tanto por aquí como en las redes, puede que retome este tema.

Continúa en: ¿Por qué los sueldos no suben? II

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