Tengo un amigo al cual le sobra el talento artístico. Es escultor, pintor, herrero, cantautor, escritor, diseñador gráfico, etc. Y todo eso le sale bastante bien.

Como escultor y herrero, sus obras son dignas de los mejores. Siendo escritor, sus cuentos fluyen como río de modo que son cómodos de leer. Como diseñador gráfico, sus imágenes no tienen nada que envidiarle a un profesional. Y como cantautor, sus composiciones están a la altura de un Facundo Cabral o un Silvio Rodríguez.

Pero ese amigo tan talentoso no ha tenido éxito. Bueno, quizás en un futuro le vaya bien, cosa que deseo profundamente. Pero mientras tanto, él vive en un callejón de Herrera.

Recuerdo que una vez, cuando el me mostró con su guitarra y su voz, una de sus mejores canciones, le dije lo siguiente:

Tus canciones son buenas, tan buenas que no van a tener pegada aquí.

Claro que no lo dije con intención de desanimarlo. Sino que precisamente por todo el talento que destilan sus versos, es muy improbable que pueda llegar a un público chusmero como el que predomina en RD.

Estamos hablando del mismo país donde constantemente se ha hecho una oda al mal gusto, la indecencia (que no siempre es mala, pero eso da para otro artículo), y la imbecilidad.

No soy de hacer alegorías, para no caer en falacias. Pero con el siguiente ejemplo no trataré de justificar mi postura, sino de esclarecerla…

LeBron James vs Michael Jordan

Aunque no estés interesado en el baloncesto, es seguro que sabes quiénes son LeBron James y Michael Jordan. Es más, es muy posible que conozcas acerca de la rivalidad que hay entre los fans de estos dos jugadores.

Estamos hablando de los dos mejores jugadores de toda la historia de ese deporte. Pero hay uno que está retirado (Jordan), mientras que el otro se encuentra activo (James).

Creo que no hay que ser un genio para saber sobre quién recae la presión más grande. LeBron James no sólo tiene que lidiar con el día a día de ser una superestrella, sino también con la base de fans de MJ23, el cual al ser una leyenda, no quieren que sea destronado por nadie.

James está obligado a ser excelente. Él lo sabe. Si un día tiene un desempeño igual que el de la mayoría de los jugadores, entonces es vapuleado, despreciado y pisoteado por quienes desean verlo por debajo de Jordan.

En ese contexto sería más fácil ser un jugador promedio para no tener que lidiar con tal presión. Pero LeBron es una superestrella, así que no tiene de otra que seguir siéndolo.

Cuando ser un genio no es suficiente

Volviendo al caso de mi amigo, aunque él esté consciente de que es más fácil obtener fama siendo un vulgar reguetonero, no puede ser otra cosa que un excelente cantautor.

Mi amigo no puede abandonar su guitarra y traicionar sus versos, para entonces adherirse a esas cuatro rimas a las que nos tienen sometidos desde principios del 2000.

Al reguetonero, como al baloncetista promedio, no se le exige tanto como a un genio. Si eres un cantautor entonces debes tener buenas letras, melodía, voz (exceptuando a Joaquín Sabina y Fito Páez), presencia en el escenario, y hasta conocimiento de cultura general para cuando tengas entrevistas.

El reguetonero básicamente tiene que saber vocear sandeces encima del ritmo simplista que todos conocemos. El baloncetista promedio sólo tiene que cumplir su trabajo, no necesita esforzarse tanto como LeBron James.

Lamentablemente el mismo nivel de exigencia que tenemos para el reguetonero, o para ese baloncetista del cual nunca nos recordamos su nombre y que entendemos que su trabajo consiste en saber cuándo pasarle la pelota a James, eso mismo aplica para nuestros políticos.

Entendemos que es grave que quienes más suenen en la radio sean una banda de ineptos, pero ¿qué decimos de nuestros representantes en el Congreso? ¿En verdad son gente talentosa, inteligente, trabajadora, culta?

Para conocer las ventajas de ser un imbécil, podemos hacerlo definiendo su opuesto. El genio, el que sabe que tiene talento siente unas ganas irrefrenables de explotar ese don que posee. Se aferra a sus habilidades para triunfar en la vida. Apuesta todo por ello.

Y ahí es donde precisamente reside su debilidad: al tener la esperanza de que algún día el mundo conozca su talento y se deslumbre ante él, entonces pierde la oportunidad de inscribirse en el partido de gobierno. 

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