El ejercicio del pensamiento o el arte de filosofar es una de las herramientas que nos distinguen de los demás animales. Puede que en un futuro alguna otra especie evolucione hasta tener eso que llamamos “conciencia”. O también que al fin hayan pruebas de vida inteligente fuera de nuestro planeta. Mientras tanto, nosotros los humanos seguimos siendo la única especie con la facultad para preguntarse “¿por qué?”
De manera que para crecer como persona, debemos tener un marco filosófico que contenga ese enfoque. Porque si nuestra filosofía es decadente, obviamente seremos personas decadentes. Pero si buscamos mejorar hasta acercanos a ser un Übermensch, entonces cada día se puede convertir en una oportunidad de crecimiento.
Dicho lo anterior, es importante entender que hay corrientes filosóficas que son dignas de atacar. Pero nunca hay que hacerlo dentro del punto de vista típico de un predicador que piensa que todas las ideologías ajenas a él son malas. El hecho de criticar posturas que uno cree incorrectas es una oportunidad para mejorar las propias.
De la metafísica al relativismo
Nietzsche fue crítico con la metafísica, la cual consideraba contraria a su visión vitalista. Para él la metafísica conduce a un mundo irreal, dando relevancia a nociones imaginarias. La metafísica, vista desde el nietzschianismo, reniega de la naturaleza, pone al hombre como un ser enfermo que sólo puede curarse negando su propio ser.
En el caso que nos compete, está atacar el relativismo. Pero antes de eso se hace necesario crear un marco teórico para entender esta corriente filosófica. También es de importancia saber cuál es nuestra corriente propia. Pero también podemos hacer como muchos, que se definen mediante la crítica a su adversario.
El relativismo puede tomar diferentes definiciones, como son:
- Marco conceptual que considera que todo es relativo.
- Corriente filosófica que afirma que la verdad es subjetiva.
Podemos quedarnos mientras tanto con estas dos. Y a medida que vayamos desarrollando este tema, podemos agregar más.
Esto no es un simple asunto de conceptos e ideas, sino que ha tenido repercusiones muy serias en el mundo. El relativismo es lo que ha llevado al nacimiento de la “ideología de género”. También ha provocado que el “hamparte” se apodere de los museos artísticos.
Cuando los conceptos no son más que masilla
Una de las cosas horribles del relativismo es que ha llevado a que hayan hombres usurpando el lugar de la mujer. O sea, aunque un relativista se muestre como defensor de la mujer, para él es perfectamente justificable que un transexual participe en concursos de belleza, o en competencias deportivas femeninas.
Del relativismo se alimentan los que promueven el lenguaje inclusivo, con su respectivo “todos y todas”, “ciudadanos y ciudadanas”, “presidente y presidenta”. O lo que es peor aún, el “todes” o “nosotres”.
El relativismo es una negación al pensamiento, a conceptualizar. Pues claro, si los conceptos son todos relativos, donde todo es lo mismo, donde todo es nada, entonces es innecesario filosofar.
Si todo es música, entonces ¿para qué usamos esa palabra? También si afirmamos que todo es arte, ¿para qué esforzarse en pintar como Goya? O si los géneros son construcciones sociales ¿por qué sólo las mujeres pueden ser reinas de belleza? Si la libertad es relativa ¿da igual una democracia que una dictadura?
Por todas esas cosas es necesario tener una definición clara de qué es la verdad, la realidad y lo real. Pero, para no extendernos demasiado, continuaremos en este artículo.